martes, 28 de noviembre de 2023

Lo que me dijo Santa María del Pi

 Lo que me dijo Santa María del Pi

Barcelona es una mujer imposible de evadir. Una vez que la conoces deseas estar con ella todo el tiempo que puedas, con la vana esperanza de que ella se rinda, pero siempre termina uno rindiéndose a ella.

Yo la cortejo regularmente. A veces siento el impulso irrefrenable de tomar un tren, bajar en alguna estación y caminar por sus calles y avenidas, diciéndole en silencio lo mucho que la estoy amando y admirando. Como ayer, que de una caminata corta por mi ciudad -Sabadell- terminé en Plaça Catalunya. Caminé sin un rumbo fijo, sin destino predeterminado. Simplemente quería sentir en mis pies sus calles, llenarme mis ojos de sus bellos edificios, mis oídos de mil y un acentos e idiomas.

Como un tronco flotando en el mar, fui adentrándome en las estrechas calles de la Ciutat Vella. Sus paredes me devolvían ecos de viejos pasos. Los pasos de todos los pueblos que por acá han caminado. Romanos y godos, francos y catalanes, genoveses y castellanos. Pasos a los que ahora suman los nuevos pueblos que acá viven y la visitan.

Como todo tronco que flota en el mar toqué tierra. Fue en una pequeña plaza que permitía ver una iglesia claramente gótica. Un edificio gris que parecía no querer quitar protagonismo a los edificios que rodean la pequeña plaza frente a ella. Intento inútil por cierto. Su alto campanario, podría decirse que desproporcionadamente alto, es un dedo que te señala, te hipnotiza y te llama. No pude resistirme a su reclamo. Simplemente decidí entrar. No esperaba mayor cosa, vista una vista todas me decía. ¡Cuán equivocado estaba!

Fueron dos objetos sencillos, dos objetos incluso prosaicos. Dos balas de cañón, de esas que en las películas d piratas hacen estallar los barcos en mil pedazos. Dos objetos esféricos que ocupaban sitio junto a bellos ejemplos de orfebrería sacra.

Esos dos proyectiles fueron parte de los diez que impactaron la iglesia el 9 de mayo de 1714. Un bombardeo dirigido directamente contra la población civil durante el sitio de la ciudad en la Guerra d'els Segadors.

Ese bombardeo causó la destrucción parcial del edificio. Y no fue el último. Durante la Semana Trágica sus vidrieras, mobiliario y altares fueron víctimas de la furia anticlerical que convirtió la ciudad en una enorme pira de iglesias incendiadas. En 1936 nuevamente fue objeto de la furia anticlerical primero y de las bombas franquistas pocos días después. Pero siempre, de manera terca, la han reconstruido.

De pronto me ví reflejado en esa terquedad. Oí como esas piedras tres veces caídas y tantas levantadas diciéndome, en acentos catalanes y populares, que puedes perder tus tesoros, puedes ver como se derrumban techos y paredes. Puedes terminar con marcas de las llamas que te consumieron. Pero si tus cimientos se mantienen firmes, siempre podrás volver a levantarte, a reconstruirte.

Salí con una sonrisa de tranquilidad. Una sonrisa de esas que sólo se dan cuando sabes que tarde o temprano te reconstruirás. De esas que te hacen entender que lo que desapareció bajo los muros derruidos por los cañonazos de la vida no vale la pena llorarlos, tan sólo recordarlos. Que una vez reconstruido, podrás llenarlo con lo que sobrevivió, lo que se recuerda y sobre todo lo que consigas.

© Juan Reverter Murillo. Prohibida su reproducción parcial o total con fines comerciales sin la autorización del autor.




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