martes, 28 de noviembre de 2023

Lo que me dijo Santa María del Pi

 Lo que me dijo Santa María del Pi

Barcelona es una mujer imposible de evadir. Una vez que la conoces deseas estar con ella todo el tiempo que puedas, con la vana esperanza de que ella se rinda, pero siempre termina uno rindiéndose a ella.

Yo la cortejo regularmente. A veces siento el impulso irrefrenable de tomar un tren, bajar en alguna estación y caminar por sus calles y avenidas, diciéndole en silencio lo mucho que la estoy amando y admirando. Como ayer, que de una caminata corta por mi ciudad -Sabadell- terminé en Plaça Catalunya. Caminé sin un rumbo fijo, sin destino predeterminado. Simplemente quería sentir en mis pies sus calles, llenarme mis ojos de sus bellos edificios, mis oídos de mil y un acentos e idiomas.

Como un tronco flotando en el mar, fui adentrándome en las estrechas calles de la Ciutat Vella. Sus paredes me devolvían ecos de viejos pasos. Los pasos de todos los pueblos que por acá han caminado. Romanos y godos, francos y catalanes, genoveses y castellanos. Pasos a los que ahora suman los nuevos pueblos que acá viven y la visitan.

Como todo tronco que flota en el mar toqué tierra. Fue en una pequeña plaza que permitía ver una iglesia claramente gótica. Un edificio gris que parecía no querer quitar protagonismo a los edificios que rodean la pequeña plaza frente a ella. Intento inútil por cierto. Su alto campanario, podría decirse que desproporcionadamente alto, es un dedo que te señala, te hipnotiza y te llama. No pude resistirme a su reclamo. Simplemente decidí entrar. No esperaba mayor cosa, vista una vista todas me decía. ¡Cuán equivocado estaba!

Fueron dos objetos sencillos, dos objetos incluso prosaicos. Dos balas de cañón, de esas que en las películas d piratas hacen estallar los barcos en mil pedazos. Dos objetos esféricos que ocupaban sitio junto a bellos ejemplos de orfebrería sacra.

Esos dos proyectiles fueron parte de los diez que impactaron la iglesia el 9 de mayo de 1714. Un bombardeo dirigido directamente contra la población civil durante el sitio de la ciudad en la Guerra d'els Segadors.

Ese bombardeo causó la destrucción parcial del edificio. Y no fue el último. Durante la Semana Trágica sus vidrieras, mobiliario y altares fueron víctimas de la furia anticlerical que convirtió la ciudad en una enorme pira de iglesias incendiadas. En 1936 nuevamente fue objeto de la furia anticlerical primero y de las bombas franquistas pocos días después. Pero siempre, de manera terca, la han reconstruido.

De pronto me ví reflejado en esa terquedad. Oí como esas piedras tres veces caídas y tantas levantadas diciéndome, en acentos catalanes y populares, que puedes perder tus tesoros, puedes ver como se derrumban techos y paredes. Puedes terminar con marcas de las llamas que te consumieron. Pero si tus cimientos se mantienen firmes, siempre podrás volver a levantarte, a reconstruirte.

Salí con una sonrisa de tranquilidad. Una sonrisa de esas que sólo se dan cuando sabes que tarde o temprano te reconstruirás. De esas que te hacen entender que lo que desapareció bajo los muros derruidos por los cañonazos de la vida no vale la pena llorarlos, tan sólo recordarlos. Que una vez reconstruido, podrás llenarlo con lo que sobrevivió, lo que se recuerda y sobre todo lo que consigas.

© Juan Reverter Murillo. Prohibida su reproducción parcial o total con fines comerciales sin la autorización del autor.




viernes, 3 de noviembre de 2023

Las chimeneas de Sabadell

 Las chimeneas de Sabadell


Para quien como yo llega a Sabadell por primera vez, uno de los elementos paisajísticos que más llaman la atención es la presencia por toda la ciudad de unas altas chimeneas de ladrillo.

Se levantan por aquí y por allá, en medio de parques y plazoletas, rompiendo el horizonte de edificios relativamente bajos, por lo menos en el centro de la ciudad. Son los vestigios de un pasado cercano de telares. Se elevan al cielo como árboles fosilizados de arcilla horneada.

Cada una de ellas son hitos para recordar los vapores, como se llamaba acá a los telares movidos por calderas, donde generaciones de sabadellencs y sabadellenques día a día dedicaban largas horas de esfuerzo a la creación de hilados y telas, principalmente de lana.

Chimeneas y calderas que a la vez que calentaban agua hasta hacerla hervir, también calentaron las conciencias de esas personas anónimas, que no son recordadas en ninguna calle ni plaza, templando a un proletariado que demostró en no pocas ocasiones su conciencia de clase.

La historia obrera de esta ciudad es rica en eventos de lucha y reivindicación. De superar la conciencia de sí y asumir la conciencia para sí. De pasar de lo individual a lo colectivo. Esas chimeneas son, entonces, también monumentos a las luchas obreras son puños que se levantan hacia el cielo como lo hicieron muchas veces desde finales del siglo XIX. Aquí y allá, levantadas sobre la ciudad, nos recuerdan que lo que hoy se da por sentado como algo natural en derechos de la clase obrera no son graciosas concesiones, son fruto de movilizaciones y muchas veces sangre sobre las calles.

© Juan Reverter Murillo. Prohibida su reproducción parcial o total con fines comerciales sin la autorización del autor.


sábado, 26 de agosto de 2023

Un machito de apellido Rubiales (reflexión personal)

 Un machito de apellido Rubiales

Hoy escribo mi primer artículo desde mi nuevo hogar en Sabadell. Lo debería hacer sobre lo que he visto, lo que he percibido de su gente y su entorno. Debería hacerlo sobre lo que sentí y pensé encerrado durante diez horas en el vientre de esa ballena aérea llamado Boeing 787 que me trasladó por los aires hasta una playa del mediterráneo. Debería, pero no podré.

Desde afuera, desde el otro lado del Atlántico, a España se le ve como un país en el que la igualdad forma parte indisoluble de la sociedad en su conjunto. Pero estando acá, la verdad, he cuestionado esa percepción y se me encendieron las alarmas por lo que pueda suceder allá. Perdonen quienes les he puesto la cabeza como un plato de tallarines al hablar de aquí y allá. Me aclaro, aquí en Sabadell (España) y allá Costa Rica.

Un viejo maestro de la universidad, en aquellos años en que se podía fumar en las aulas y se tomaba cerveza a las 12 del día en Semana Universitaria, nos decía que la escuela, como institución, es parte del entramado social y como tal refleja sus luces y sombras. Muy poético para explicar algo que sonará a perogrullada. Con el paso de los años llegué a la conclusión de que muchas instituciones y organizaciones, con fuerte anclaje social, no escapan de ese axioma.

Aquí llevamos una semana en que el foco ha estado centrado en la Federación Española de Fútbol (lo de real lo omito como rebeldía republicana). Para quienes me lean desde allá, les explico. La selección española de fútbol femenino ganó el campeonato mundial. Viene la celebración, los gestos, la puesta en escena de una periodista reconvertida en reina y una adolescente que al haber nacido en palacio no deberá preocuparse en su vida por el paro. Y en medio de todo ello, un tipo calvo, malencarado, con efluvios de macho que se huelen a kilómetros, se monta una elegía al machismo de primer nivel.

Básicamente se dan dos eventos que son los detonantes de todo. La primera, el tipo este se agarra los testículos, por sobre pantalón al menos, en un gesto que dejó estupefactos a millones de personas alrededor del mundo. El segundo es cuando toma a una jugadora con sus dos manos aprisionando sus mejillas y le estampa un beso en la boca.

¿Porqué la besa en la boca? Esa es la pregunta que yo me hice. La discusión de las implicaciones jurídicas y legales las han discutido tantísimo que no quiero llover sobre mojado (un refrán que acá se extraña porque ni sobre seco llueve). Me interesa más el aspecto social e ideológico.

Voy por partes. Este señor, de apellido Rubiales, explica que ese gesto era dirigido a Jorge Vilda, el técnico de la selección. Una especie de ofrenda que le realiza por su “hombrada”. ¿Quieren un simbolismo más machista que este? Rubiales tiene una prelación sobre el técnico, es su jefe superior. ¿Qué mayor honor para él que su jefe, le haya brindado su hombría? ¿Porqué no un beso, un gesto de abrazo o un simple y tradicional “thumbs up”? Nada, que como soy macho muy macho, toma allá lo que me hace macho muy macho, toma mis cojones. ¿Le habría dado lo mismo a una técnica o seleccionadora nacional? 

Lo otro es lo del beso. La discusión y el debate se ha centrado mucho en si fue o no consentido, tema que de dilucidarse, traería implicaciones de carácter legal. Pero a mí me interesa más otra cosa, el simbolismo machista implícito en el acto y en la misma explicación que Rubiales a querido dar.

Empecemos por lo básico. Según Rubiales él lo que quiso fue “consolar” a la jugadora Jennifer Hermoso ya que la misma cobró un tiro de penal que la arquera inglesa detuvo. Después del abrazo de consuelo, él en un arrebato de euforia -según su decir- le propuso a Hermoso “un piquito” y ella dizque accedió.

Dos elementos: primero es que nada parece justificar que un beso en la boca -sea piquito o francés, da igual- sea una manera correcta de consolar a alguien con quien no se tiene el consentimiento implícito o explícito de quien l vaya a recibir. Cuando menciono lo de implícito es porque, eventualmente y bajo cierto marco cultural, este tipo de contacto físico tenga una cierta normalidad entre personas que tienen una relación de cercanía o intimidad, llámese esta relación familiar, amistosa o sentimental.

En este caso esos presupuestos no se dan. Entonces la defensa de que la jugadora haya aceptado esa demostración de “consuelo” no tiene mucho asidero. Porque lo que se manifestó fue un uso de la posición de poder que Rubiales tenía sobre Hermoso. El poder, entendido como el uso de medios y condiciones relacionales para obligar a alguien a hacer algo, es lo que sucedió. Rubiales es el superior jerárquico de Hermoso y al simplemente hacer la propuesta (permiso según el alopécico federativo) lo hizo desde esa posición de poder. No entre iguales, eso quede claro. De ser cierto que Hermoso no se negara (que no significa aceptación explícita) consuma el ejercicio del poder de Rubiales: La obligó a hacer algo. 

Ayer Rubiales se niega a dimitir. Hoy España se encuentra pegada a los televisores y en la calle y las casas todo el mundo sigue el culebrón. Rubiales no dimite y se victimiza. Pero la reflexión de su diatriba reaccionaria de exculpación la trataré en otro momento. La náusea pudo más.

© Juan Reverter Murillo. Prohibida su reproducción total o parcial con fines comerciales sin la autorización del autor.


lunes, 7 de agosto de 2023

Impresión de un aguacero (relato corto)

Impresión de un aguacero

Desde el oeste se comienza a sentir como el viento avanza sobre mi calle, resoplando y revolviéndose, avanzando como una horda de mil guerreros a galope desbocado. Son heraldos, avanzando presurosos para anunciar a cuanto ser vivo esté en su camino que tras ellos llegará pronto la diosa a la que sirven. Aumenta la furia de esa horda de heraldos eólicos. Resoplan y se revuelven con mucho mayor furia. Se levantan remolinos de hojas secas, de arena que es lanzada hacia arriba y hacia abajo como un ratón en las fauces de un gato que no encontró un mejor juguete.

Llega la diosa lluvia, vestida con su túnica gris plomo que extiende sobre la calle en la que vivo, barriendo con niños y viejos que huyen con paso presuroso, a la carrera los que pueden y con paso apresurado los que no, viendo hacia la diosa, implorando les dé cuartel para buscar asilo.

Ella no tiene piedad. Suelta a sus lanceros y flecheros. Escondidos en la túnica plúmbea de la diosa, se arrojan hacia la tierra. Se escuchan en los techos, golpeándolos furiosamente por no haber alcanzado a quienes aún se mantenían, desafiantes o impotentes, ante su presencia.

Ordena la diosa que sus tromperos llamen refuerzos para aumentar el temor que causa. Llegan los truenos, con voz de bronce profunda respondiendo al llamado. Las nubes sueltan entonces las mil lanzas ígneas de los relámpagos. Vuelven al ataque flecheros y lanceros contra techos, personas, animales. Contra todo lo que aún se mantenga a su alcance. Lavan las basuras que hayan quedado en la calle para que la diosa camine orgullosa sobre ellas y sus pies en forma de torrentes no se ensucien ni se deshonren.

Cansada ya de su ataque la pluvial diosa marcha hacia el este. Ha pasado el aguacero.

© Juan Reverter Murillo. Prohibida su reproducción total o parcial con fines comerciales sin la autorización del autor.

miércoles, 2 de agosto de 2023

¿Es África el segundo frente de la guerra en Ucrania? (Opinión sobre geopolítica)

 ¿Es África el segundo frente de la guerra en Ucrania?

Desde esta parte del mundo, América Latina en general y Costa Rica en particular, el conflicto en Ucrania no parece pasar más allá de las noticias. No parece haberse dimensionado adecuadamente en el peligro potencial y real de que este haya sido el detonante de una escalada bélica a nivel global, con matices incluso de una guerra mundial.

Para quienes no vivimos la Segunda Guerra Mundial y mucho menos la Primera Guerra Mundial, nos cuesta un tanto asimilar como es que se llegó a ese nivel de conflictividad bélica. Hay que comprender un elemento central. Ambos conflictos se maduraron mucho antes de que se dispararan los primeros cañonazos. 

Personalmente he llegado a la conclusión de que este tipo de conflictos son en realidad la suma de muchos otros conflictos entre distintos países. Llega el punto en que esos conflictos entre países particulares provocan que se formen bloques de apoyo mutuo y es cuando la globalización de la guerra se alcanza. Basta repasar, por ejemplo, el caso de la Segunda Guerra Mundial.

Ubicaría el inicio de la misma en la segunda guerra sino japonesa en 1937. En 1939, con la invasión de la Alemania nazi a Polonia, el Reino Unido y Francia le declaran la guerra a la primera. La URSS ya estaba involucrada en un conflicto contra Finlandia. En 1940, con la invasión de Alemania a Francia, Bélgica y los Países Bajos, hace que Italia entre en el conflicto al lado de Alemania, invadiendo a su vez a Grecia, Albania y Yugoslavia. Ese mismo año, en noviembre, Hungría se alinea con Alemania. Bulgaria entra en la guerra en marzo de 1941 y Rumanía en junio, mismo mes en que Alemania invade la URSS; diciembre es el mes en que Japón ataca Pearl Harbor y eso marca la acumulación de conflictos que desembocaron en el horror que ya conocemos. La suma de esos conflictos bilaterales llevó a la formación de alianzas.

Hoy parece que asistimos de nuevo a esta situación. La invasión de Ucrania por parte de Rusia hace que un actor mayor, una potencia militar de primer orden, se involucre en un conflicto de escala internacional. Sumemos los conflictos no declarados entre otros estados: Israel e Irán, el conflicto en Siria con la participación de terceros países, le enfrentamiento encubierto entre Arabia Saudita e Irán en Yemen, las tensiones entre China y sus vecinos en el Mar de China. Podríamos continuar, pero estos son los puntos que veo más calientes. Si incluyéramos en la ecuación a los cuasi estados (Al Qaeda e ISIS), el tema se complejizaría tanto que pasaría de ser un artículo a un libro, esa no es la intención.

Pero la conflictividad no sólo es de carácter bélico. También lo son económicos, principalmente. El aumento en el precio internacional de los granos, especialmente los producidos en Ucrania y Rusia así como la incertidumbre sobre el suministro de gas natural a Europa desde fuentes rusas son clarísimos ejemplos de esta dimensión. Si bien puede existir una oferta que cubra esos faltantes, también es cierto que la disponibilidad obligaría a dejar de suministrar los recursos a otros países para desviarlos hacia los mercados carentes. Por la simple regla de oferta y demanda, aumenta el precio y se iría hacia quienes lo puedan pagar.

En el caso del grano, África es especialmente vulnerable. Desde hace varios meses se viene advirtiendo del peligro que significaría un desabastecimiento, que llevaría a posibles hambrunas y con ello una desestabilización de un ya de por sí poco estable continente. ¿Qué sería la consecuencia lógica? Un aumento del flujo de refugiados hacia Europa, lo que agudizaría las ya de por sí tensas opiniones en favor y en contra de acoger a las masas de migrantes que llegan a las costas mediterráneas desde países subsaharianos.

Por eso, lo sucedido recientemente en Níger podría verse como la apertura de un segundo frente de la guerra en Ucrania. Ya es el tercer golpe de estado, militar, que ocurre en la misma región. Primero fue Malí, le siguió Burkina Faso y ahora Níger. ¿Hay elementos comunes? Sí los hay. Todos esos golpes fueron ejecutados por el ejército. En los tres países el descontento popular ante la incapacidad de los gobiernos civiles de controlar la insurgencia yihadista dio una base de apoyo a los golpistas. Los tres países poseen recursos minerales valiosos, especialmente oro. Los golpes a su vez han planteado un discurso abiertamente anticolonialista, especialmente contra Francia, antigua potencia colonial de los tres y cuyo papel de gendarme es más que evidente. Rusia mantiene presencia en los tres países ya sea mediante el Grupo Wagner o bien como el principal suplidor de armamento.

Resumiendo: Rusia necesita acceso al oro y otros recursos valiosos para sostener su esfuerzo militar y lo consigue a cambio de armas y apoyo político y económico (Putin ofreció regalar grano en la última cumbre entre los estados africanos y Rusia). Asimismo, al respaldar estos golpes, con una base de relato anticolonial contra Francia, golpea el flanco sur de la OTAN.

Pero no todo es hegemonía absoluta rusa en África. Existen otros países vecinos a Malí, Níger y Burkina Faso que están alineados con Estados Unidos y la Unión Europea. Pensemos por ejemplo en Nigeria y Ghana. Su situación en cuanto a la presencia de grupos radicales islamistas los hace potencialmente proclives a que la tentación de un golpe de estado se dé en esos países.

Nigeria posee extensas reservas de petróleo, estaño y oro. Ghana lo es de oro, bauxita y manganeso. Si esos países salieran de la órbita de influencia de la OTAN, significaría un duro golpe a la economía global y daría mayores recursos a los rusos. No en balde, y esto no creo haya sido una iniciativa unilateral, la Organización de Estados Africanos Occidentales lanzó un ultimátum al régimen golpista en Níger; deben restituir al gobierno anterior o habrá intervención militar. Malí y Burkina Faso ya advirtieron que considerarán este acto como uno de guerra en su contra e intervendrán. De llegarse a este extremo, ni Rusia ni la Unión Europea dejarán sus manos fuera. 

Sucederá lo mismo que en Ucrania; la OTAN enfrentándose a Rusia con el uso en terreno de soldados de terceros países. Si ello se extiende, podría suceder que otros conflictos aumenten en intensidad y en unos meses estemos ante el panorama de una suma tal que los bloques se consoliden y se enfrenten directamente. Nada alentador es el panorama.

© Juan Reverter Murillo. Prohibida su reproducción total o parcial con fines comerciales sin la autorización del autor.

martes, 1 de agosto de 2023

1 de agosto (corto relato íntimo)

 1 de agosto 2023

Un círculo rojo en el calendario es el recordatorio que ya es inminente la partida. Ese número uno del octavo mes, rodeado por tinta color sangre, dice que ya es hora de ir preparando la maleta. El día amaneció nublado y con lluvia, alternado con episodios de sol brillante pero de corta duración.

Para quienes vivimos en este dedo de arena señalando hacia el oeste, de cara y espaldas al mar simultáneamente, nos produce sentimientos encontrados. Por un lado se agradece la tregua que nos brinda el sol al no tener que escondernos entre las nueve de la mañana y las cuatro de la tarde. De no hacerlo se corre el riesgo de desaparecer vaporizado o quedar reducido a un puñito de materia deshidratada. Por otro lado, siendo ese inclemente astro el compañero de todos los días, se le echa algo de menos. ¿Será por eso por lo que estos días los llaman acá tristillos? No son tristes. Despectiva y contradictoriamente son tristillos.

También quisiera pensar que hay una confabulación atmosférica para decirme que sienten algo de nostalgia por mi partida. Que me iré de este dedo señalando al oeste para asentarme en una piel de toro allende el océano. Quisiera creer que en parte esa nostalgia, y un poco de rabia, será porque cruzaré un océano que no es el Pacífico y que cuando vea olas y sienta brisa marina será la del Mediterráneo. Este mar que aprendí a querer y él a mí es celoso a veces.

Vuelvo a ver mi maleta. Vacía. Se irá llenando poco a poco con mis pocas pertenencias que he decidido llevar. Camisas, zapatos, pantalones, calzoncillos y medias. Tres libros que me regalaron y se salvaron del viaje de sus compañeros a la biblioteca pública. Una americana, un sombrero de paja, los ineludibles medicamentos que diariamente tomamos quienes cruzamos la barrera de los cincuenta años, unas fotos empacadas y los documentos necesarios para ser legal en mi nuevo destino.

La maleta se hace inmensa. Es como el Tardis del Doctor Who, más grande por dentro que por fuera. Lo compruebo al meter todos los recuerdos que llevo, todas las alegrías, tristezas, decepciones, anhelos sin cumplir y los que esperan ser cumplidos. La mujer que amé y la que estoy aprendiendo a amar. La una viendo al norte, la otra quisiera pensar esperándome en la cintura del mundo. 

Seguiré empacando.

© Juan Reverter Murillo. Prohibida su reproducción total o parcial con fines comerciales sin la autorización del autor.



miércoles, 19 de julio de 2023

La historia de Jonás. Una perspectiva existencial (Reflexión)

 A partir de una situación existencial que duró sus buenos cinco años, un día me acordé de Jonás, el libro bíblico. No soy creyente pero lo leí más por la curiosidad que otra cosa y descubrí que algunas de las peripecias de este profeta hebreo renegado podían leerse de otra forma según lo que yo vivía. Hoy por fin terminé de plasmar esas reflexiones y se las comparto. Les agradeceré si alguien tiene algún comentario que dejar. También les invito a que lo compartan con sus conocidos.

La historia de Jonás. Una perspectiva existencial.

El libro de Jonás es un corto relato, incluido tanto en la Biblia cristiana como en Tanaj hebreo, que se centra en un personaje, un profeta menor, y un aspecto muy puntual de su vida. Para quienes no conocen la historia con detalle, trataré de resumirla brevemente.

Jonás recibe un día el mandato de Dios de dirigirse a la ciudad de Nínive, donde parece el comportamiento de sus habitantes no agradaba del todo a este. Jonás, sin embargo, toma la decisión de no hacerlo y por el contrario, trata de llegar hasta Tarsis. Una decisión poco sensata si pensamos que, en principio, Dios es omnipresente y omnisapiente, lo cual hacía complicado que Jonás pudiera esconderse de su presencia.

Embarcó en una nave que prontamente se vio en medio de una tempestad tal que amenazaba con hundirla. La tripulación, desesperada, echaba al mar todo aquello que fuera un lastre innecesario. Parece ser que al final se dieron cuenta de quien era Jonás y porqué se había embarcado. En un razonamiento un tanto pragmático, concluyeron que esa tempestad era un castigo del dios de Jonás en contra de este y, como ellos no tenían vela en el entierro, arrojaron a Jonás por la borda, confiando que al facilitar el castigo divino, ellos serían perdonados.

En cuanto Jonás tocó el agua el milagro. La tempestad cesó, pero no las tribulaciones del pobre profeta renegado. Según el relato bíblico, Dios tenía preparada una pequeña sorpresa. Un pez enorme lo tragó, pasando en su vientre tres días y tres noches.

Jonás estando dentro del pez parece que se la jugó el todo por el todo. Al fin y al cabo, tenía mucho que ganar y poco que perder, por lo que contrito y devoto, elevó una plegaria a Dios, en la que además asumía el compromiso de terminar la tarea encomendada. El pez lo vomitó, no había otra manera de salir por la boca del pez, en tierra. 

Hasta aquí, los dos primeros capítulos, son los que para esta reflexión me fueron significativos. En el catecismo recuerdo que la monja que nos aleccionaba, siempre nos presentaba la historia de Jonás como una profecía de la resurrección de Jesucristo. “y resucitó al tercer día según las escrituras” repetíamos cada día al recitar el credo. ¿Cuáles escrituras? El libro de Jonás era una de ellas, según nuestra devota institutriz de catecismo.

A la vuelta de los años creo, sin embargo, que hay otros paralelismos que se pueden hacer de la historia de Jonás y los avatares existenciales de los seres humanos. Al menos a mí, que he pasado por una muy fuerte crisis de este tipo, no me fue ajena y me ayudó a pensar en mi condición. 

Existe un mandato que todos en algún momento hemos oído. Un mandato en contra de lo que podríamos poner en paralelo con esa Nínive impía y disoluta. En el caso de los seres humanos muchas veces nuestra moral y estructura ética entra en crisis y nos hace cometer acciones que no necesariamente nos causan satisfacción plena. Aún conscientes de que actuamos en contra de nuestra moral, nos cuesta evitarlas o cesarlas. ¿Porqué? No sé exactamente, pero ello nos produce muchas veces que haya un “llamado de Jehová”, como el que recibió Jonás, para predicar contra esa desviación. No pocas veces la evadimos, tratando de embarcarnos hacia nuestro Tarsis interior en vez de dirigirnos hacia nuestro Nínive interior.

Es en esa decisión que, también como Jonás, nos enfrentamos a tormentas, vientos huracanados y la amenaza de naufragio. Nuestras vidas, nuestra propia condición existencial, se ve amenazada. Las opciones que se presentan no son muchas veces sencillas; podemos tratar de arrojar lastre y quedarnos en la nave hasta que se hunda o nos arrojamos a las olas furiosas para tratar de sortear la tormenta de alguna manera. 

Si nos arrojamos a las olas, o sea, si afrontamos directamente la causa de ese peligro de naufragio, es usual que seamos engullidos por “un pez enorme” simbólicamente hablando. Ese pez, en que permanecemos muchas veces por semanas, meses e incluso años, es donde estamos acompañados fundamentalmente por nosotros mismos. Momentos de introspección, de evaluación, de reflexión. Momentos en que aislados de lo que nos afecta terminamos levantando ya no una oración o una plegaria, más bien una síntesis para nosotros mismos de las enseñanzas que nos ha dejado el haber capeado la tempestad.

Es cuando podemos salir del vientre de ese pez llamado introspección. Es cuando volvemos a sentir el calor del sol sobre el rostro, vemos el azul del cielo, vemos un camino, no necesariamente plano ni recto, pero camino al fin y al cabo que nos puede llevar a enfrentar nuestro Nínive interno. No pocas ocasiones logramos, como Jonás, convencer a nuestros propios ninivitas de cambiar las formas de actuar. Más que convertirnos, reconvertirnos para lograr la supervivencia en vez de la destrucción.

Así, desde mi propia experiencia que no detallo por no venir al caso, es como esa lectura de la historia de Jonás, más desde lo existencia que desde lo religioso, me ayudó a comprender mi propio proceso en el vientre del gran pez.

© Juan Reverter Murillo. Prohibida su reproducción total o parcial con fines comerciales sin la autorización del autor.


lunes, 17 de julio de 2023

El último lanzamiento (cuento)

 El beisbol se practica en Puntarenas desde inicios del siglo XX. En 1910, en el marco de las fiestas cívicas de la ciudad, el Club Sport La Libertad se enfrentó al Club Sport Puntarenas. Salvo ese juego y los nombres que son contemporáneos al juego, el resto es una suerte de fantasía de como podría haber sido el juego.

El último lanzamiento

Enero llegó y con él las esperadísimas fiestas cívicas de la ciudad. Por tres días sus habitantes tenían la excusa perfecta para olvidarse de sus obligaciones laborales y no pocos de las maritales. Los tamboritos convocaban a bailarines y curiosos que se dejaban hipnotizar por la cadencia de la marimba, la guitarra y la tambora.

Pero no todo era, al decir de la legión de beatas porteñas, disipación moral. También se realizarían actividades de carácter deportivo y sociales. A las corridas de toros, tamboritos, puestos de venta de licor y comidas se sumaban ahora regatas, bailes de etiqueta y un juego que había llegado de la mano de los marineros estadounidenses hacía pocos años, el beisbol.

Un grupo de entusiastas jóvenes de la ciudad hicieron una colecta para mandar a traer de Nueva Orleans el equipamiento necesario para poder practicarlo. En el City of Pará, un vapor que regularmente hacía escala en Puntarenas llegaron bates, guantes y bolas. Lo necesario para entregarse entusiastamente a ese novedad deportiva.

Ese sábado estaba marcado como el día de mayor importancia para los beisbolistas locales. La noche anterior, en un tren expreso llegaron los integrantes del Club Sport La Libertad desde la capital, acompañados por un buen número de acompañantes que no desaprovecharían la oportunidad de poder disfrutar de ciertos placeres que en la capital les eran censurados. 

Para los neófitos beisbolistas de Puntarenas jugar contra el Club Sport La Libertad, fundada casi diez años atrás, se veía como una epopeya. Sería el parámetro ideal con el cual medirse y saber. qué tanto habían perfeccionado sus habilidades de juego.

A las dos de la tarde ya todo estaba dispuesto en la Plaza Mora y Cañas. Bajo los árboles de cañafístula sembrados en su perímetro, se acomodaron varios cientos de personas convocados más por la curiosidad. No debía dejarse de lado que sería el momento adecuado para ejercitar el arte del choteo, una institución de la ciudad. 

En la esquina más sombreada de la plaza se dispusieron varias sillas, con sus respectivos cojines para las autoridades locales. El presidente municipal, el capitán de puerto, el médico del pueblo y los oficiales del cuartel conforme iban llegando ocupaban su sitial. Todos ellos con el obligatorio uniforme de gala o la levita negra según fueran militares o civiles. Todos, sin excepción, sudando como las mulas que arrastraban los carretones en el muellecito del estero. Las miradas de envidia hacia quienes por no tener que cumplir con el mandatorio protocolo, estaban felices en mangas de camisa, sombreros de pita y caites en los pies.

Casi una hora después de la tortura solar a la crema y nata de la ciudad, hizo su aparición el señor comandante de plaza, el coronel Víctor Arias y en su brazo derecho su esposa, escoltados por Héctor Guevara.

Guevara no podía ocultar una sonrisa de satisfacción. Hacía unas dos semanas, sentado en el segundo piso del edificio que ocupaba su flamante periódico, no podía apartar la vista de las cuentas que tenía ante sí. Era evidente que, con las suscripciones, los números sueltos que vendía y la poca publicidad que captaba, no podría sostenerse por más tiempo.

La municipalidad había suspendido el pago que se le hacía por publicar las actas de las sesiones del cabildo. De nada valieron razones, argumentos, lamentos y un par de botellas de whisky que llegaron al escritorio del presidente municipal. Simplemente no lograba que se restableciera ese contrato.

Su última opción, lo sabía, era el coronel Arias. Si bien no podía decidir directamente en el municipio, también era cierto que el ser amigo directo del ministro de Guerra, del presidente de la República y, sobre todo, cuñado del Gobernador de la Provincia, le hacían un aliado inmejorable. Pero ¿cómo convencerlo?

Pensando en la forma vio pasar a Manuel Apuy vestido con su camisa rojo chillón y un bate de beisbol al hombro. No necesitaba preguntarle a donde iba. Era lógico que se encaminaba a la práctica del equipo de beisbol, ostentosamente bautizado Club Sport Puntarenas. “Primer juego con un equipo de fuera de la ciudad”, pensó. Un fogonazo cruzó su mente. Había encontrado la respuesta. ¿Qué militar no le agrada lucir su uniforme de gala? ¡Ninguno! Por consiguiente, esa señalada ocasión en la historia deportiva de Puntarenas debería ser dedicada al coronel Víctor Arias, comandante de plaza de Puntarenas. Precipitadamente bajó de la oficina y tras una marcha forzada de doscientos metros alcanzó a Manuel. Quince minutos de plática y diez colones después deslizados en el bolsillo del capitán coronaban lograban el objetivo.

El coronel tomó asiento junto a su esposa. La banda militar, se preparó para arrancar con su repertorio para amenizar el partido. Su director, el comandante José María Ríos, levantó la batuta para dar la orden de inicio. Pero antes de que la moviera, una señal del coronel la detuvo a mitad de camino, apuntando directamente a la nariz del tambor mayor que daba gracias a Dios que no era una espada. 

Un soldado se acercó a susurrarle algo al oído a Ríos. Este a su vez se lo comunicó al tambor mayor y aquel, con mucho menos tacto que su director, gritó al resto de los músicos 

– Paren muchachos. El coronel dice que todavía no toquemos.

En realidad era su esposa la que le ordenó a Arias detener el inicio del concierto. Era su pequeña venganza personal por no haber sido considerada al momento de escoger el repertorio. Cientos de pares de ojos estaban atentos a los acontecimientos en la esquina de las sillas, esperando la reacción del coronel, aunque bien se sabía terminaba siempre rindiendo plaza a su esposa, más conocida como la coronela.

El ingreso del equipo visitante al campo de juego hizo que el foco de atención cambiara. Los josefinos, vestidos de camiseta negra y pantalón gris, saltaban al terreno. Detrás de ellos, con camisa rojo chillón y pantalón gris, lo hacían los jugadores locales. No fueron recibidos con aplausos, más bien fueron risas y gritos que surgían de las cañafístulas. En una ciudad más pequeña que pañuelo de dama, donde todos se conocían desde la cuna, y no pocas veces hasta con detalles de su concepción, verles vestidos con unas camisas tan poco discretas no podía obviarse. 

– Parecen buches de tijeretas en celo. Iniciaba el concurso de choteos que fue celebrado con algarabía.

Ahí estaban los nueve puntarenenses que harían historia deportiva: Rosendo Angulo, José María Cabrales, Pánfilo Tenorio, José Salazar, Ernesto Bosque, Pablo Martínez, Emilio Sabater y Manuel Apuy. Pánfilo tendría la responsabilidad de ser el lanzador y tratar de que los “libertos” no ganara o al menos no los machacaran.

La coronela, levantó su sombrilla para llamar al soldado que asistía a ella y su esposo en lo que fuera menester. Le susurró algo al oído y sin dilaciones se acercó al director de la banda con paso cansino. Le transmitió el mensaje a Ríos. 

– Mi comandante, manda a decir la coronela que toquen “Los amores de Abraham”. 

– Me la imaginé – respondió Ríos sabiendo que sus músicos también lo esperaban. – Esa señora está obsesionada con ese vals. Tambor mayor, ya sabe que vamos a tocar, dé la orden.

El tambor mayor, al tanto de la conversación, nuevamente dio muestras de su poco tacto giró la orden antes que lo hiciera el director. 

– Muchachos, vamos con ya saben qué.

Arrancaron con el vals. Los pelícanos que se estaban acomodados en las copas de las cañafístulas levantaron vuelo asustados. La mayoría tomaron rumbo hacia la Punta buscando más tranquilidad para su siesta vespertina. Excepto uno, el más viejo de la bandada. Cascarrabias como buen viejo solterón, decidió expresar su malestar volando bajo sobre el campo de juego. Una andanada de su contenido estomacal fue lanzada contra la coronela, pero parece que además de cascarrabias era miope ya que su protesta fecal terminó chorreando por la camiseta del receptor josefino, dejando dos rayas blancas en su espalda. Dice la leyenda urbana que fue considerado un signo de buen augurio y desde entonces cambiaron su uniforme por uno de rayas negras y blancas.

Empezó el partido. La banda debió repetir por dos veces más el bendito vals. El público, que esperaba algo más de emociones, pronto comenzó a dormitar por la combinación de calor, la monotonía del vals y lo lento del deporte que muchos por primera vez veían.

Algunos se mantenían esperando sucediera algo más que ver a un tipo tratando de arrearle con un palo a una bola que lanzaban contra él. Los más, después de media hora, decidieron que era más emocionante acercarse a las taquillas de los chinos y las parrandas que ya debían estar por empezar para disfrutar de un pescado asado, un buen trago de guaro y unos cuantos tamboritos.

Todo seguía ese ritmo lento y perezoso. Hasta que, desde la calle se comenzaron a escuchar los gritos inconfundibles del yanqui loco. Su verdadero nombre era un misterio para la gran mayoría de los habitantes de Puntarenas. Para el grueso de la gente era conocido como Damit Focyu. Un hombrón de casi dos metros de altura y sus buenos cien kilos trabajaba como ingeniero en las minas de Abangares y cada fin de semana se instalaba en Puntarenas a embriagarse, buscar prostitutas y gritar a quien le dirigiera la palabra, o a quien no lo hiciera también, los dos improperios que dieron origen a su apodo-nombre. Estaba borracho, lo cual no era extraño. A cada lanzamiento de Pánfilo, que no eran precisamente los mejores, gritaba sus consabidos

– Fuck you, damn it.

Pánfilo se ponía cada vez más nervioso. Ya estaban terminando el partido y el equipo de La Libertad les ganaba por dos carreras a cero. Se acercaban al cierre y sólo quedaba un out pendiente para terminar el partido y sufrir una derrota honrosa.

Cuando el jugador liberto se preparaba para ir a la zona de bateo, Damit se abalanzó sobre él y le arrebató el bate. Caminando como un pato cansado decidió que les iba a enseñar a esos bárbaros indios como se jugaba en su civilizadísima Boston. Tres policías desenfundaron sus bastones y se preparaban para dedicarle al yanqui un concierto de percusión en sus cien kilos, pero el coronel lo impidió. 

– Tranquilos señores, recuerden que el salario de sus colegas de Abangares lo pagan ellos. ¿No quieren que pasen hambres verdad?

Damit se instaló esperando el lanzamiento de Pánfilo. El lanzador local le miraba inmenso, mucho más grande que sus casi dos metros. No quedaba más que terminar con aquello. Se preparó, lo miró y notó que sus ojos trubios por el alcohol e inyectados de sangre le miraban de manera feroz. Los suyos no podía dejar de mirar fijamente esa mirada clavada en su morena cara.

Pánfilo respiró hondo, tomó impulso y lanzó. Lanzó con todas sus fuerzas… y con su habitual falta de dirección. La bola viajó en línea recta hacia donde Pánfilo había mantenido su mirada. Hacia los ojos rojos, turbios y fieros de Damit.

Tres segundos después Damit se desplomaba hacia atrás, inconsciente por el golpe de una bola de beisbol que impactó en medio de sus etílicos ojos. No estaba muerto, porque la fuerza de los lanzamientos de Pánfilo no era precisamente letal. Pero sí lo suficiente para dejarlo inconsciente. El partido de beisbol se trocó en una recreación de David contra Goliat.

El escaso público que permanecía observando estalló en aplausos y gritos. El pelícano cascarrabias que regresaba esperando ya se hubiera restablecido la calma no desaprovechó la oportunidad de mejorar su puntería contra la coronela. Nuevamente falló haciendo diana en la cara de Damit. El capitán del equipo visitante, acompañado de su equipo y los mismos compañeros de Pánfilo se aglomeraron en torno a él y le levantaron en hombros, ovacionándolo. Ríos se sacó el clavo de los “Amores de Abraham” y ordenó iniciaran su repertorio de música ligera. La voz se corrió rápidamente en la Calle del Comercio. Había baile en la Plaza Mora y Cañas. Los chinos, enterados de la causa de la fiesta, en vez de enojarse, se unieron al jolgorio.

© Juan Reverter Murillo. Se prohíbe la reproducción total o parcial con fines comerciales sin la autorización del autor.


jueves, 13 de julio de 2023

Día de Difuntos (cuento corto)

 Este cuento lo escribí inspirado en la crónica aparecida en un periódico local de Puntarenas, de 1899, en que se describía la solemne misa realizada el 2 de noviembre de ese año con motivo de la celebración católica del Día de los Santos Difuntos.

Día de difuntos

La campana de la vieja iglesia de madera anunciaba con su voz metálica que pronto iniciaría la misa. De forma monótona y lenta, el badajo golpeaba arrancando poquitos de herrumbre cada vez. 

Quienes escuchaban esa ferrosa convocatoria apuraban el paso para no llegar tarde a la ceremonia que iniciaría a las seis de la mañana, sobre todo porque era una de las misas más solemnes de esta ciudad. Era lunes, pero no uno cualquiera. Era lunes 2 de noviembre, Día de Difuntos.

Se apuraron los tragos de café, sin pan ni tortillas. Se terminaron de vestir hombres, mujeres y niños con las prendas negras que mandaba la ocasión, rescatadas del fondo de baúles y arcones. En ayunas, para recibir el pan consagrado se enfilaban a la iglesia.

A las 6 en punto inició la misa de réquiem por las almas de quienes ya habían partido. Conforme avanzaba la misa, el sol de Puntarenas también se elevaba, dejando caer sobre el techo de aquella carcomida iglesia sus rayos ígneos. Una mezcla de olores comenzaba a sumir a los feligreses en un sopor que les hacía cabecear. Oloir de naftalina que emanaba de muchas prendas de vestir, la cera de las candelas que profusamente ardían frente a imágenes del Sagrado Corazón, San Rafael y la Virgen del Carmen, aromas del sudor que perlaba frentes y se escurría espalda abajo en forma de chorrillos, perfumes de hombres y mujeres, de las pocas personas que podían darse ese lujo.

Al proclamar el sacerdote que misa est, inició una marcha sombría y despaciosa hacia el muellecito del estero o la estación del ferrocarril. Una multitud de hombres, mujeres y niños vestidos de negro. Se movían como aves, de esas mismas que se visten en su plumaje del mismo color. Algunos lentamente como zopilotes planeando. Muchas de ellas gráciles como rabihorcados. Los chiquillos correteando ágiles como golondrinas. No importaba si eran gráciles o torpes, viejos o jóvenes, hombres o mujeres. Sin excepción vestían de negro e iban para Chacarita, al panteón, a visitar sus deudos porque era Día de Difuntos.

En el estero esperaba una variopinta flota de embarcaciones de todo tipo; veleros de cabotaje, lanchones de fondo plano, lanchas pesqueras y las humildes pangas de dos o tres plazas. Una a una se enrumbaban hacia el este, hacia Chacarita.

En la estación del ferrocarril esperaba un pequeño convoy formado por la vieja locomotora de vapor que bregaba cada día desde Puntarenas hasta Esparta y viceversa. Esperaba como un enorme animal asmático. Arrastraba un vagón de pasajeros, que ocuparían la alcurnia porteña y un vagón plataforma, donde a como podían subían y buscaban acomodo la plebe.

Llegando a Pueblo Nuevo, dos carretones que venían en dirección opuesta se toparon con la asmática locomotora. Excepto los carretoneros, venía repleto de chinos. La gran mayoría dedicaban sus fuerzas al comercio y aunque muchos ya estaban bautizados, y por consiguiente sus almas estaban salvadas para la eternidad, mantenían costumbres ancestrales e incrustadas en sus mismísimos genes, las que practicaban lejos de las miradas intolerantes de los que no eran hijos del Celeste Imperio. 

De reojo, algunos pares de miradas rasgadas miraron pasar el convoy ferroviario. Algunos sonrieron discretamente sabiendo que cuando llegaran quienes atiborraban aquellos vagones, encontrarían los palillos de madera, lo único que restaba de las varas de incienso que un par de horas antes ofrendaran a sus deudos. Así lo debían hacer para evitar ser tildados como paganos o practicantes de quien sabe que arte oscura.

El tren arribó al andén del cementerio veinte minutos después de partir. La primera lancha lo hizo cuarenta y cinco minutos después. Un hormiguero de gentes se movía en el cementerio tratando de ubicar la tumba de la madre, del hijo, de los abuelos, de la amante. 

Lápidas de mármol, cruces de granito, templetes de concreto eran los hitos que señalaban la bonanza alcanzada en vida. Cruces de madera carcomidas por los elementos o una simple tabla en la que se había borrado el nombre de quien descansaba bajo ella, marcaban las carencias de los menos favorecidos. En una esquina, sin mayor seña que una cruz desteñida pintada sobre el muro, descansaban los menos afortunados de los menos afortunados. Era la fosa común donde se encontraban en abrazos eternos aquellos que murieron sin nadie que les llorara o visitara el Día de Difuntos; marineros que se ahogaron al tropezar ebrios en el muelle, prostitutas comidas horriblemente por la sífilis al final de sus días, indigentes a los que la parca les encontró con los ojos hundidos por el hambre nunca saciada, niños sin padre que se asfixiaron con lombrices intestinales en sus gargantas. Para ellos no habría visitantes vestidos de negro, salvo algún viejo cliente de una de las prostitutas que ahí yacía y que, evitando las miradas indiscretas, dejaba caer una flor de reseda disimuladamente susurrando un “te amo aún” entre dientes.

Al caer los rayos del sol en un ángulo de noventa grados contra el suelo, inició el regreso. La locomotora bufaba cansada de tener que arrastrar aquellos vagones, la flota de deudos se hacía a la vela y al remo para regresar. Salieron de bolsillos y alforjas botellas de licor. Un trago a la memoria de quienes se quedaron a la espera del próximo 2 de noviembre.

© Juan Reverter Murillo. Prohibida su reproducción total o parcial con fines comerciales sin la autorización expresa del autor.


lunes, 10 de julio de 2023

Bitácora de navegación (relato erótico)

 Escrito en julio de 2020 este corto relato erótico se había mantenido inédito hasta hoy. Espero que quienes lo lean lo disfruten, lo compartan y sobre todo que me hagan sus comentarios. 

Bitácora de navegación

Mañana despertaré con el remordimiento de no haberte dejado dormir. Pero ya sabes que nunca he podido aplacar las ansias de ti. Son las que se desatan cuando te veo, cuando te pienso. 

Siente mis labios posándose como dos aves en tu nuca. Inician su baile de cortejo, una danza cadenciosa y sin prisas. Mi lengua busca el camino de salida del laberinto de tus orejas. Aparece un estertor leve en tu espalda. La recorreré con mis manos como barcos a la deriva en medio de la tormenta de mi deseo incontenible.

El arrecife de tus vértebras los ha atrapado encallándose a tu piel. Se logran liberar siguiendo su deriva buscando aguas tranquilas. La bahía de tu vientre las ofrece. Anclaré para descansar y recobrar fuerzas. Los dos montes de tus pechos se divisan. Hacia ellos inicio el ascenso. Noto su redondez y su textura suave, sedosa. Escalo a sus cimas, sin dudas de cuál es el camino. Lo puedo hacer de memoria, con los ojos cerrados. Me siguieron las aves húmedas que se percharon en tu cuello deleitándose en saborear los frutos inhiestos que se ofrecen generosos.

Vuelven los temblores. Lo siento perfectamente. Terminan las aves su banquete. Sigo explorándote. Deseo seguir explorándote. Siente ahora como crece mi deseo al rozar el capitel que sostiene las columnas de tus piernas.

Continuaré mi viaje. Llegaré a las praderas de tus muslos y tu entrepierna. Praderas cubiertas de hierba suave invitándome a juguetear en ellas retozando desenfrenadamente. Descubro una fuente que brinda a este explorador sediento el líquido para saciarse. Las aves que me acompañan, también sedientas, beben de la fuente. Todo el continente de tu cuerpo acumula la tensión de sus placas tectónicas.

Date vuelta. Frente a frente. Nos separa solamente la distancia de dos bocas, ansiosas en hacerse una. Dos lenguas inician un juego, a veces en tu patio, a veces en el mío. Crezco en ti. La tectónica se convierte en terremoto, la fuente se desborda en torrente incontenible arrasando con el pudor que aún pudiera existir entre nosotros. Hay un aroma a éxtasis en aire. Mi deseo explotará. Buscaré tus ojos para reconocer esa satisfacción mutua. 

Al igual que ayer, estás sólo en mis fantasías nocturnas y solitarias. Igual mañana te volveré a navegar. Como hoy, como ayer, con la insoportable soledad en que me dejaste.

© Juan Reverter Murillo. Prohibida su reproducción total o parcial con fines comerciales sin la autorización expresa del autor.


Lo que me dijo Santa María del Pi

 Lo que me dijo Santa María del Pi Barcelona es una mujer imposible de evadir. Una vez que la conoces deseas estar con ella todo el tiempo...